25n #Díacontralaviolenciadegénero
El próximo domingo, 25 de noviembre, se celebra el Día Internacional contra la Violencia de Género, una lacra que lamentablemente sigue presente en nuestro día a día y que es necesario erradicar de inmediato con el esfuerzo de todos.
Desde Fampace queremos, en primer lugar, condenar de forma rotunda todo tipo de violencia y aportar, desde nuestro ángulo de actuación, un grano de arena para luchar contra ella.
La pasada semana, el presidente de Fampace, Rafael Martínez, participó en Cartagena en una mesa redonda organizada por la Federación Thader Consumo con motivo del 25N, dando voz a las diferentes partes implicadas en la prevención, educación y actuación en casos de violencia de género.
Así, participaron junto a Rafael Martínez, Cristina García, miembro de la Consejería de Familia e igualdad de la Región de Murcia; David Martínez, concejal del ramo en el Ayuntamiento de Cartagena; y Carmen Castillo, autora de la guía Enséñame a querer para ayudar a los jóvenes a reconocer relaciones tóxicas.
En su intervención, el presidente de Fampace puso de relieve la importancia de la educación en igualdad y respeto en el seno de la familia, así como el saber escuchar a los hijos para detectar posibles casos de abuso o maltrato y ser capaces de prevenir las agresiones y, por supuesto, la violencia en todas sus formas (física, verbal, psicológica, de acoso…).
A continuación podéis leer su intervención que nos sirve además, desde el respeto absoluto, para dar voz desde nuestra Federación a todas aquellas personas que sufren de un modo u otro la violencia de género.
Por último, recordar que Educar es Prevenir. Educar es ser Ejemplo. Educar es No Abandonar. EDUCAR ES SER MADRES Y PADRES.
El título de esta mesa redonda, ya propone una solución, que, de alguna manera, nos parece la única: La prevención. Cuando me invitaron a intervenir en este ciclo de mesas redondas, asumí que el enfoque que nos corresponde plantear, es el de una familia. Una familia que se toma en serio la educación de sus hijos.
No soy un profesional de la educación, ni un experto en asuntos familiares, tan solo soy un padre más, que se ha tomado en serio esto de la educación, y se preocupa por dejar a nuestros hijos, un mundo un poco mejor, si está en nuestras manos.
El tema es muy preocupante para todas las familias, las que han tenido la desgracia de sufrir esta lacra, y las que temen que les pueda ocurrir y luchan por prevenirlo. Y volvemos a mencionar la prevención, aunque ahora me gustaría añadir, educación. La prevención a través de la educación y el respeto.
Si leemos el periódico o miramos el telediario, estaremos familiarizados con noticias en las que se nos presenta un drama familiar, donde la violencia, provoca un trágico final. Cuando esta violencia es ejercida por los padres sobre los hijos, evidencia el fracaso de un modelo, y desde el punto de vista de unos padres responsables, no vemos a nuestro alcance, una solución preventiva que no pase por la educación.
En cambio, cuando son los hijos los que aplican esa violencia, bien sea física o emocional y ya sea en el ámbito familiar como en sus relaciones personales, en mi opinión, significa que probablemente, hemos fracasado en alguno de los pasos previos, que a continuación enumero como parte de una receta para criar hijos equilibrados.
Compartir tiempo con nuestros hijos, es una experiencia y debería ser un placer. Pero hacerlo de verdad, no me refiero a estar con ellos mientras leemos las noticias, o preparamos la cena. Me refiero a dedicarles nuestra atención, a contarles historias, escuchar las suyas, a jugar con ellos, o hacer planes juntos. Según algunos expertos, «compartir tiempo en familia, fomenta la comunicación», y por la comunicación comenzamos.
Hablemos de emociones con nuestros hijos. No tengamos reparos a la hora de hablarles de nuestros sentimientos, y estemos receptivos cuando ellos se abran a contarnos los suyos. Mostrar los sentimientos, no es señalar una debilidad, sino más bien al contrario, hace más fuerte el vinculo entre padres e hijos. Por supuesto, con el discurso adaptado a sus edades. Hablemos con ellos siempre, aunque estemos cansados, aunque juegue la selección española, aunque nos duela la cabeza. Estemos preparados para responder a sus preguntas, de la forma más honesta posible, porque de lo contrario, un día se convertirán en unos extraños para nosotros.
Hablemos con cariño, pero con firmeza. Dejemos claras las normas y los límites. No vale todo, no somos sus colegas. Como dice el célebre juez de menores, Emilio Calatayud: «Si me convierto en colega de mi hijo, lo estoy dejando huérfano». Creo que ellos tienen la necesidad de ver en nosotros una referencia, y nosotros tenemos la obligación de marcarles el camino, y ayudarles a discernir entre lo correcto y lo erróneo. Vigilando y velando por su seguridad, y más cuando tienen edad para acceder a ese inmenso mundo que es Internet. Sin temor a provocarles frustración, porque la tolerancia a ese sentimiento, les hará a su vez, ser más tolerantes, con los demás, y consigo mismos.
Pero la tolerancia, en mi opinión, es algo innato en los niños, que, con el ejemplo en casa, se afianza, o desaparece. Me viene a la cabeza, aquella historia del niño que, tras su primer día de clase su padre le pregunta: «Hijo, ¿hay algún niño «distinto», en clase?, a lo que el niño le contesta: pues claro, papá, si no fueran todos distintos, ¿como los iban a reconocer sus papás?»
Intentemos que ese sentimiento crezca en ellos con naturalidad, siendo el ejemplo que ellos necesitan. Que no nos importe corregir nuestros propios errores, heredados, tal vez de una educación anacrónica.
Demostremos que practicamos con el ejemplo en casa, donde todos somos diferentes, pero donde todos somos aceptados de igual manera. Pero dejemos claro, que esa tolerancia, tiene una línea roja que no vamos a traspasar, situada en conductas que no se pueden aceptar. Y volveríamos al punto anterior, donde hablábamos de normas y límites.
Esa aceptación de la diversidad, en mi opinión, es la palanca necesaria, para hacer crecer la autoestima de nuestros hijos, como una manera de reforzar positivamente las fortalezas de cada uno. Un niño con alta autoestima, estará más preparado para reaccionar ante la injusticia y tratará mejor a sus semejantes.
Ni yo, ni nadie, imagino, nos va a garantizar que aplicar estas medidas, sea sencillo, ni tampoco que vayan a surtir efecto al 100%. Pero lo que si podría garantizar, es que no aplicarlas, dejaría en manos del azar la educación y el futuro de lo que más queremos: nuestros hijos.
Pero en todo caso, si todas estas medidas no dieran el resultado deseado, no debemos tirar la toalla, para estos casos, tenemos a nuestro alcance, los orientadores, psicólogos, o psiquiatras, y para los casos más graves; los servicios sociales o los juzgados de familia. No nos avergüence pedir ayuda, por evidenciar un fracaso, el único fracaso, sería darse por vencido.
Como representante de asociaciones de madres y padres, considero fundamental, estar en contacto con el entorno escolar, y social de nuestros hijos, sin coaccionar, pero usando herramientas que nos permitan detectar procesos incipientes que puedan desembocar en un caso de violencia. Controlar, no para coartar su libertad, sino para protegerla.
Si tuviera que resumir o extraer un titular de lo que he venido a contar esta tarde, me quedaría con la importancia del ejemplo. Los niños, en general, son verdaderas esponjas, sobre todos en sus primeros años de vida. Casi sin darnos cuenta, les marcamos muchas de las pautas que, para ellos, serán una constante a lo largo de sus vidas. No perdamos la oportunidad de marcar esa impronta con una actitud positiva y tolerante.
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